A veces me demoro mucho más de la cuenta, abanicando el cuello roto de la soledad. Sería mucho más sencillo, si las sombras que dejaste mi amor, no dispararan besos calibre 22. Pero, quién me va a llevar a mi cama, dónde queda mi almohada; hoy que tus labios, bonito, me tienen a pan y agua. Somos tiburones ciegos, perdimos mucha sangre en el mar nadando contra el viento de la fatalidad. Mis doctores recetan sobredosis de olvido, y unas vacaciones pagas en aquel hospital de los muñecos malheridos que no pueden ni comer ni dormir, pinochos que perdimos la risa y la nariz…
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